El juego simbólico es aquel en el que los niños son capaces de imitar actividades y conductas de su alrededor, de la vida real.
Marca una etapa importante en su desarrollo puesto que demuestra la capacidad de comprender lo que observa pasando continuamente del mundo real al imaginario.
Comienza alrededor de los 2 años, aunque depende de la madurez de cada niño.
En un primer momento el niño se limita a reproducir la vida cotidiana de los adultos, poco a poco, a medida que se consolida el lenguaje, su imaginación y la capacidad de representación; va recreando escenarios más complejos, frutos de su fantasía e incluye a otras personas en el juego.
Una vez que el juego simbólico comienza, su interés por participar en la realidad también se incrementará. Esta es una oportunidad estupenda para incluirle en la colaboración de pequeñas tareas del hogar, por ejemplo, fomentando así su autonomía.
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